jueves, 26 de mayo de 2011

Una nueva estrategia: El BRIC



Brasil, Rusia, India y China comenzaron a captar la atención de los inversores financieros mundiales desde 2001. Las cuatro mayores economías emergentes del mundo están capturando volúmenes crecientes de flujos de capital y las firmas y administradores de fondos están considerando a los países del grupo BRIC (por Brasil, Rusia, India y China) como una apuesta de inversión.
Durante los últimos años los cuatro países experimentaron un sostenido crecimiento de sus economías como también de su participación en el comercio mundial, convirtiéndose en destinos atractivos para los inversores globales. En ese sentido, entre los años 2003-2007 estas regiones evidenciaron las tasas de crecimiento económico más altas en el mundo, generando una apreciación de sus activos que llevó a los fondos que invirtieron en el BRIC a alcanzar retornos del orden del 70% en promedio, en ese período.
Lo que tienen en común estos países son los siguientes factores: 1) una gran población (Rusia y Brasil se ubican por encima de los 140 millones de habitantes, China e India por sobre de los 1.100 millones) que da lugar a un relevante mercado interno, 2) un extenso territorio ubicado en lugares estratégicos para el comercio y 3) una muy importante cantidad de recursos naturales.
Ante el acercamiento de China a Brasil, EEUU ha reaccionado firmando un acuerdo de cooperación militar
  
Segunda cumbre del BRIC y la política exterior de Lula

¿Creen que el BRIC dominará  el mundo en este siglo?

viernes, 4 de marzo de 2011

Perú, un nuevo modelo

Estamos ante un nuevo modelo de talla mundial, si bien es cierto que aún queda mucho camino por recorrer nuestro futuro se ve excelente.
Seamos parte importante de él y no simple espectadores o lo que es peor opositores al desarrollo..
Ojo esto lo dice un diario tan prestigioso de Argentina como La Nación.






La esquina de las avenidas Primavera y Tomás Marsano era, hasta hace poco, uno de los lugares más inseguros de Lima. Ahora se levanta allí un shopping de última generación, al que concurren miles de personas. No lejos, el remodelado mercado de Surquillo, un sitio que muchos evitaban por la inseguridad y las deficiencias de higiene, es ahora un centro de aprovisionamiento de la floreciente industria gastronómica local. Decenas de edificios del centro histórico de la ciudad, por décadas degradado, están siendo renovados para comercios y sedes corporativas. Cambios como éstos se multiplican aquí, pero el progreso es especialmente notorio en los "conos" de la periferia, donde en la segunda mitad del siglo pasado se asentó la población inmigrante de la sierra. Distritos como Comas, Independencia, San Juan de Lurigancho o Los Olivos, hasta no hace más de una década áreas de extendida pobreza, son hoy sede de emprendimientos de todo tipo y escala, en muchos casos los más grandes de la ciudad; progresiva pero decididamente, se están convirtiendo en reductos de una nueva clase media.

Los indicadores económicos sintetizan esta realidad. Perú es el país que más crece en América latina. El año pasado el PBI aumentó 9,1%; el ingreso real per cápita es 49% más alto que en 2000; desde 2004 el empleo privado urbano creció 43%; el coeficiente de inversión ascendió de 20%, a comienzos de la década pasada, a 27,5% en 2010. Por último, pero no menos importante, sobre todo para los sectores de menores ingresos, la inflación anual promedio es 2,3%.

Esta transformación es el resultado de varios factores convergentes:


En primer lugar, la opción por los equilibrios macroeconómicos como una política de Estado. Desde la salida de la última gran crisis (la hiperinflación de 1989-1990) ha habido continuidad en los esfuerzos por mantener el equilibrio fiscal y la estabilidad de precios, y es presumible que seguirá siendo así. Los tres principales candidatos a las elecciones presidenciales de abril próximo, que reúnen más de 70% de la intención de voto, han manifestado su compromiso en este sentido.
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En segundo término, la integración al mercado mundial y el esfuerzo por la mejora de la competitividad. No obstante el estancamiento del tipo de cambio real multilateral (3% más bajo que en 2000, a pesar de una mejora de los términos de intercambio de más de 50%), el valor de las exportaciones creció cinco veces. En esta última década, Perú firmó cuatro acuerdos de complementación económica y nueve tratados de libre comercio. El coeficiente de apertura de la economía (suma de exportaciones e importaciones respecto del PBI) es ahora de 48%.
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En tercer lugar, un esfuerzo también continuado por crear un ambiente de inversión favorable. En la reciente edición de Doing Business del Banco Mundial, Perú ocupó el puesto 36 (la Argentina, el 115) entre 183 economías, con un avance de 10 posiciones respecto del año anterior. La mejora en la facilidad para abrir un negocio fue de 49 posiciones.
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En cuarto lugar, y probablemente el factor más importante, un notable espíritu emprendedor, en especial de la nueva clase media de origen andino. En los últimos cinco años, unos 3,5 millones de personas, antes en la pobreza, pasaron a engrosar esta nueva clase media. Un estudio reciente realizado en 15 ciudades muestra que la participación del "nivel C" en la generación de riqueza supera el 30%.
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La pregunta quizá más relevante es cómo se formó este sector emergente. Paradójicamente, su origen está en la incapacidad histórica del Estado para atender los nuevos segmentos urbanos. Esto los empujó a desarrollar estrategias de subsistencia en actividades informales, para pasar en muchos casos -por lo general en la segunda generación- a una lógica de acumulación a través de la construcción, la inversión en negocios estables y en educación. En las últimas dos décadas, las capacidades ganadas con sacrificio por los nuevos emprendedores encontraron una oportunidad de desarrollo más pleno en el nuevo clima de negocios. El caso quizá más excepcional pero emblemático de este espíritu emprendedor es el de los Añaños, una familia ayacuchana que en menos de 20 años pasó de una pequeña firma de bebidas gaseosas que ocupaba 15 personas (la mayoría de la propia familia) a una compañía multinacional con presencia en 12 países de América y Asia (acaba de inaugurar una planta en la India) y una facturación anual de US$ 1500 millones.

Otro caso emblemático, esta vez de un emprendedor de origen de clase media tradicional, es el del chef Gastón Acurio (hijo de un ex senador), que impulsó la gastronomía peruana a un lugar destacado en el mundo. Las empresas de Gastón están en diez países, ocupan a 3000 personas y facturan US$ 100 millones anuales. Su preocupación no se limita a los negocios, sino a cómo éstos pueden ayudar a reducir la pobreza. En una entrevista reciente se preguntó: "¿Hasta dónde es ético que un cocinero prepare un cebiche si al pescador no le alcanza el dinero para alimentar a toda su familia?".

Esto no significa, desde luego, que Perú haya vencido la pobreza, que sigue siendo muy alta: 35% en el total nacional; 21% en el área urbana y 60% en la zona rural. Lo mismo con la desigualdad (el coeficiente de Gini es casi 0,48). Seguramente se requerirá más de una generación para reducirla a niveles tolerables. Pero el progreso es evidente: desde 2004 hubo una baja de 14 puntos en la pobreza.

La singularidad y, tal vez más importante, la sustentabilidad de la movilidad social, reside en que se da a través de la economía real y no de los subsidios. Las transferencias de ingresos (limitadas y condicionadas) llegan a unos 500.000 hogares de pequeños poblados rurales; pero aún en las zonas más atrasadas la mejora es perceptible. Un estudio reciente de Richard Webb -ex presidente del Banco Central y pionero en estudios distributivos- realizado en cinco distritos que califican entre los 15 más pobres de Perú, muestra un claro adelanto en las condiciones de vida; entre otros, en los últimos cuatro años el jornal agrícola aumentó 50%.

Sin subsidios, pero con estabilidad y un ambiente de negocios favorable, la movilidad social no solo es más sustentable, sino que reduce significativamente el clientelismo político.

Los desafíos por delante son enormes. El más importante, quizás, es la educación. En la última prueba internacional PISA, Perú se ubicó 63 (la Argentina, 58) entre 65 países participantes. Antes que descalificar la prueba con el argumento de que no tiene en cuenta sus especificidades, el país se embarcó en una reforma educativa de largo alcance, centrada en la mejora de los docentes. En 2007, menos de 2% de los maestros que se sometieron a una evaluación aprobaron el examen de matemáticas, y cerca de la mitad tuvo dificultades para sumar y restar.

Una nueva ley de carrera magisterial, de incorporación voluntaria, condiciona la promoción y el salario de los docentes (hasta tres veces mayor que en el régimen anterior) a los resultados de exámenes anuales. Es una reforma lenta y difícil, pero prometedora; ha ganado el apoyo de la sociedad, cada vez son más los docentes que se incorporan y, tal vez lo más alentador, hay un creciente número de jóvenes que concursan para ingresar a una carrera profesional en la educación pública. Por primera vez los padres de familia tienen voz y voto en el comité de evaluación, que es descentralizado.

El otro desafío principal es la infraestructura. Sostener un crecimiento de 6% promedio requiere mucha más energía, caminos, puertos. Un estudio de 2009 del Instituto Peruano de Economía indica que para cubrir esta brecha en la siguiente década hace falta invertir US$ 38.000 millones y, tan importante como eso, remover obstáculos burocráticos y tener capacidad para ejecutar las obras.

Una anécdota personal ilustra la restricción de la infraestructura: hace pocos días, el vuelo que me traía de Lima a Buenos Aires salió con media hora de atraso por problemas de tráfico. El comandante, al presentar sus excusas por la demora, dijo: "Estamos creciendo mucho y el aeropuerto nos está quedando chico". La nueva pista estará lista en 2014. Estas son las tensiones que me gustan.
Ernesto Kritz
Para LA NACION - Argentina
Viernes 25 de febrero de 2011 | Publicado en edición impresa.

© La Nacion

viernes, 18 de febrero de 2011

GEOPOLÍTICA DE EGIPTO


Egipto forma parte de esos países en que las circunstancias de orden histórico y geopolítico desempeñan un papel muy importante, e incluso preponderante, en la definición y puesta en práctica de su estrategia. Situado en el centro neurálgico de la red de las comunicaciones mundiales, Egipto debe a su posición geopolítica aparecer unas veces como un actor privilegiado de las relaciones internacionales, otras veces como un objeto de competencia encarnizada entre las potencias dominantes del sistema internacional. Perteneciente, desde hace catorce siglos, a la civilización árabe-musulmán, su destino está orgánicamente ligado al del mundo árabe.

Sin embargo, estos diferentes factores "objetivos" no ejercen su influencia en la política exterior de Egipto de manera automática o conforme a caminos determinados e inmutables, sino en función del modo en que son percibidos por la élite política, en general, y por el jefe de Estado, en particular. Por eso, los objetivos de la política exterior, los recursos movilizados para alcanzarlos, así como los juegos de alianzas que se derivan de ellos pueden cambiar o evolucionar a través del tiempo. Es así como la conducta de la política exterior egipcia de la década de los setenta se ha desmarcado claramente de la de las décadas de los cincuenta y los sesenta. Egipto pasó, así, del campo "revolucionario" al campo "conservador", de una relación privilegiada con la URSS a una relación privilegiada con Estados Unidos, de la vanguardia del "movimiento nacionalista e unionista árabe" al "patriotismo egipcio" y de la lucha contra el imperialismo y el sionismo a la concertación de una paz separada con Israel.

Las observaciones que anteceden están encaminadas a subrayar la importancia del elemento "subjetivo" en la formación de la política exterior egipcia con relación al elemento "objetivo", cuya reafirmación, sin embargo, tanto en la época de Náser como en la de Sadat, es lo que viene a ponerla en crisis, al especificar los límites que la "subjetividad" no puede sobrepasar. La derrota de 1967 ha mostrado que existía un desfase entre los objetivos, los medios y los recursos movilizados para alcanzar esos objetivos. Este desfase en efecto, suscitó la respuesta de fuerzas exteriores hostiles, respuesta que culminó en la agresión israelí de junio de 1967, que logró asestar un golpe fatal al régimen naseriano. Por lo que se refiere a la política exterior de Sadat, ésta fue vivida por ciertas fuerzas del escenario interior egipcio como una violación de las exigencias de la historia y de la geopolítica egipcia y contribuyó a engranar un proceso que acabó en el asesinato del propio Sadat. Desde entonces, Egipto está en busca de un punto de equilibrio entre objetivos que estén en armonía con la historia y la geopolítica, por una parte, y los recursos reales o potenciales que puedan movilizarse para alcanzarlos, por la otra. La busca de ese punto de equilibrio es bastante lenta, pero constante.

La geopolítica de Egipto le impone, en efecto, tener una política exterior en dos partes. La primera pretende velar por su propia supervivencia y la incita a dirigir los ojos hacia sus fronteras meridionales para vigilar muy atentamente lo que ocurre en los países ribereños del Nilo, especialmente en Sudán y en Etiopía. Una segunda parte pretende velar por su seguridad y la incita a dirigir los ojos hacia sus fronteras orientales para vigilar lo que ocurre en Israel. Los demás aspectos de la política exterior egipcia, que se refieran a las relaciones Este-Oeste o a las Norte-Sur, así como a la dimensión árabe de esta política, son ampliamente dependientes de la concepción de la élite en el poder con respecto a los modos de velar por su seguridad contra las amenazas israelíes y de garantizar sus derechos sobre las aguas del Nilo, especialmente en período de escasez o de sequía.

Hosni Mubarak - presidente saliente de Egipto





El presidente egipcio, Hosni Mubarak, presionado por semanas de protestas populares contra su régimen, abandonó hoy el poder, en el que permaneció durante casi 30 años.
Durante todo ese tiempo, Mubarak gobernó Egipto -el país más poblado del mundo árabe- con mano de hierro, mientras actuaba en el exterior como un importante mediador regional.

Al igual que otros estadistas árabes, Mubarak fue un militar que cambió las armas por la política.

Nacido en 1928 en el Delta del Nilo, se hizo piloto de combate y en 1973 desempeñó un importante papel durante la guerra del Yom Kipur contra Israel como jefe de la Fuerza Aérea egipcia.

Ocupó ese cargo hasta 1975 cuando el entonces presidente, Anuar El Sadat, le nombró su vicepresidente. En 1981, el asesinato de Sadat le convirtió repentinamente en presidente.

Desde entonces, el "rais" (presidente en árabe) Mubarak gobernó ininterrumpidamente Egipto.

Hombre de ideología indefinida y sin un especial carisma, Mubarak recogió el legado de Sadat y desde un principio aspiró a convertirse en el gran mediador de Oriente Medio y a mantener la paz con Israel.

Con esta política y con la ayuda de Estados Unidos logró labrarse una reputación como estadista y convertirse en el aliado de Occidente en la región.
En el interior del país, ejerció un control férreo, ayudado por la Ley de Emergencia, vigente durante todo su mandato.

Dicha ley adquirió justificación cuando con ella se logró contener la ola de terrorismo islámico que sacudió Egipto en los años 90, pero también le sirvió a Mubarak para barrer la oposición política a su régimen.

Con la excusa de la lucha contra el terrorismo, la Ley de Emergencia permitió suspender las libertades de prensa y asociación, amplió los poderes de los órganos de seguridad y anuló derechos civiles y políticos como el derecho a la huelga, o a ser asistido por un abogado en caso de ser detenido.

En materia económica, Mubarak propugnó la liberalización, pero sin tocar los subsidios a los productos básicos para garantizarse la paz social.

Egipto vivió durante años una etapa de estabilidad política y económica en la que las elecciones se redujeron a una ratificación del gobernante Partido Nacional Democrático (PND).

Sin embargo, poco a poco, la falta de libertades, la corrupción, las crecientes diferencias sociales y la pobreza (cerca del 40% de los 80 millones de egipcios viven con menos de dos dólares al día) hicieron que las fuerzas de oposición fueran ganando terreno.

Progresaron en especial los Hermanos Musulmanes, un grupo islamista fundado en 1928, ilegalizado pero semitolerado por el Gobierno.

La represión del islamismo y el empeño de Mubarak en mantener la paz con Israel, también le valieron la enemistad de muchos egipcios.

En 2005, Mubarak -presionado, al parecer, por EEUU- dio señales de apertura y permitió la concurrencia de varios candidatos a las elecciones presidenciales, una novedad teniendo en cuenta que hasta entonces él era elegido mediante un plebiscito.

En las elecciones presidenciales de 2005 los egipcios tuvieron la posibilidad de votar a otros, aunque el 88,5 de los que acudieron a las urnas (sólo votó el 23%) optó por Mubarak.

En las elecciones parlamentarias celebradas a finales de 2005, sin embargo, los Hermanos Musulmanes -que se presentaron como independientes- obtuvieron un histórico 20 por ciento.

Cinco años después, en diciembre de 2010, el partido de Mubarak volvió a ganar los comicios legislativos, pero estos fueron tachados de fraudulentos por la oposición.

Mubarak, que en estos 30 años sufrió varios atentados, llevaba supuestamente preparando desde hace un par de años a su hijo Gamal para sucederle.

El 25 de enero, empezó en Egipto una ola de protestas -inspiradas en la revuelta de Tunez y convocadas vía internet- en demanda de reformas políticas y económicas y de la dimisión de Mubarak.

Mubarak empezó imponiendo el toque de queda, cambió el gobierno, prometió reformas y anunció que no se presentaría a las elecciones presidenciales de septiembre, pero no logró con ello acallar las protestas y hoy respondió a las exigencias de los manifestantes renunciando al poder.